25N las mujeres y el alcalde de Málaga

¿Por qué tratamos de echar al alcalde de Málaga de la manifestación del 25N contra la violencia machista?
Porque no puede ser que nos manifestemos de la mano de los mismos que generan y perpetúan la situación de opresión hacia las mujeres,  la base de la violencia que se ejerce hacia nosotras.

Porque no puede ser que Francisco de la Torre acuda como si de cualquier otro ciudadano se tratara y no del máximo portavoz del PP en la ciudad de Málaga, utilice al movimiento feminista y las reivindicaciones de las mujeres para “hacerse la foto” y luego llevar a cabo y apoyar políticas que en nada benefician a las mujeres.

Las manifestaciones feministas tienen la obligación de señalar a los responsables de la situación que vivimos y no de ceder este espacio, históricamente construido por el movimiento feminista combativo de los años 80, a la derecha. No queremos imaginarnos cómo hubiese sido recibido un miembro reconocido de la derecha en las movilizaciones feministas de los años 80. Nosotras probablemente fuimos más cautas y lo único que hicimos fue gritar “Vuestros recortes también nos matan”, “Fuera machistas de nuestras manis”, “Fuera” y poco más. Sin embargo, ahora incluso se nos acusa de agresión (por cierto, agresión que ninguna persona de las presentes constató) en una manifestación bastante numerosa. En fin, que cuando una persona no puede defender su posición políticamente, lo que hace es lanzarse al populismo y la demagogia.

Queremos aprovechar esta situación para poner encima de la mesa una serie de cuestiones, que también nos puedan servir para debatir con el conjunto del movimiento feminista.

Motivos inmediatos para echar al PP de una manifestación feminista:

El gobierno del partido de este alcalde y ex senador, en la figura de su ministro Gallardón, intentó eliminar el derecho al aborto conquistado por las mujeres en décadas de lucha y abandonó a su suerte a las jóvenes de 16 a 18 años.

Su partido en el gobierno nos impuso una reforma laboral que cercenó nuestros derechos, eliminó la sanidad pública para las personas migradas, introdujo la LOMCE para que los obispos pudieran seguir imponiendo su modelo segregador y adoctrinando con dinero público a la infancia y juventud en la ideología patriarcal, neoliberal y clasista.

El partido del alcalde ha recortado la ley de dependencia hasta llevarla a límites de mera caridad asistencial. Con la excusa de la crisis ha destinado el dinero de la ciudadanía para el rescate de bancos y autopistas, mientras familias, sustentadas en gran parte por mujeres, son desahuciadas o privadas de servicios básicos como la luz o el agua.

El partido popular coloca y mantiene una judicatura establecida por y para el sistema, que cuestiona a las mujeres víctimas de violencia y apoya a los victimarios. Jueces y juezas como los tristemente famosos por el caso de «la manada» y otros tantos que imparten su justicia al servicio del sistema, no han sido apartados, ni sancionados, siguen hoy en día castigando a las mujeres con sus sentencias.

Motivos de peso para echar al PP de una manifestación feminista:

La violencia contra las mujeres no es un tema que pueda abordarse de forma superficial, si realmente quiere buscarse una solución. La violencia extrema que se manifiesta con el maltrato físico y el asesinato, aún teniendo cifras escandalosas en el estado español, es tan sólo la punta de la pirámide de toda una jerarquía de violencias que se producen sobre nosotras y, así como le ocurriría a la punta de una pirámide, solamente puede sostenerse si existe su base.

El maltrato físico en el ámbito del hogar no puede darse sin que se asuman una serie de concepciones previas: la mujer tiene que ocupar su rol de género, ese rol de género es subalterno con respecto al masculino, por tanto, el hombre debe tomar las decisiones y subordinar a la mujer a sus deseos. Para que este pensamiento se reproduzca en tantos casos (en un pequeño porcentaje llegando a la muerte de la mujer), debe estar implantado en una buena parte de la sociedad. Vivimos en una sociedad machista en la que se perpetúan los roles históricamente asignados.

¿Qué son los roles de género? Son construcciones sociales sobre las características y funciones que tienen los individuos de una sociedad por nacer con uno u otro sexo. Se asocia a la mujer como cuidadora y al hombre como el sostenedor económico de la familia. Aunque con la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo se podría pensar que esto es cosa del pasado, para nada es así. Por un lado, las mujeres nos incorporamos de forma desigual al mercado laboral con: peores salarios (la brecha salarial supera el 20%), trabajos a jornada parcial (más de un 70% de los empleos parciales son ocupados por mujeres), despidos por embarazo, techo de cristal… Por otro lado, seguimos ocupándonos muy mayoritariamente de los trabajos reproductivos en la invisibilidad del hogar, lo que nos obliga a soportar una doble jornada laboral. Nos ocupamos de los/as hijos/as, de nuestros/as mayores y de las personas dependientes; nos ocupamos del sostenimiento de la familia, de la reproducción y del cuidado de los/as trabajadores/as presentes y futuros/as. Por lo tanto, las mujeres, con insignificantes excepciones, seguimos cumpliendo el rol de cuidadoras y los hombres del principal sostén económico de la familia, nuestro trabajo de cuidados sigue quedando invisibilizado y por tanto relegado a un segundo plano, al darse en el ámbito privado del hogar, y seguimos relegadas a una segunda posición con respecto a los hombres en el mercado laboral, negándonos autonomía económica y con ello facilitando que se perpetúen las relaciones de maltrato.

¿Y por qué se sostienen estos roles? Está muy claro. Por un lado, para que el trabajo de cuidados se siga realizando sin debate alguno en el hogar. Por otro, para tener un sector de la población que acepte condiciones laborales más precarias y del que la patronal pueda sacar más beneficios. Por lo tanto, la base de toda la opresión y violencia contra las mujeres es la situación de desigualdad real (salarial, de pensiones, de carga de trabajo, de oportunidades de estabilizarnos y ascender…) que sufrimos las mujeres trabajadoras (fuera y/o dentro del hogar), que nos mantiene en un estatus inferior al de los hombres.

No es posible acabar con la desigualdad de las mujeres sin solucionar todas estas problemáticas, lo cual pasa por igualar al alza las condiciones laborales de las trabajadoras con las de los trabajadores, así como las pensiones (también las no contributivas). Sin embargo, esto no es suficiente, solo será posible acabar con la desigualdad si se socializan las tareas de cuidados, es decir, si se apuesta realmente por financiar los servicios públicos (educación, sanidad, servicios sociales) y generar nuevos servicios públicos: por escuelas de 0 a 3 años, lavanderías, comedores, residencias de mayores, aulas matinales, centros de día, albergues. En definitiva, para acabar con el rol de mujer cuidadora tenemos que sacar del hogar las tareas de cuidados.

Sobra decir que ninguna de estas cuestiones está en la agenda de la derecha, más firme marioneta de la patronal y por tanto de los beneficios y el capital. Solo podremos lograr la igualdad enfrentándonos a los intereses de la patronal, no aplicando sus medidas. Y si la derecha cree que los asesinatos machistas no tienen nada que ver con todo lo que arriba planteamos, de una forma más simplista (seguramente la única que llegará a comprender), le decimos que analice las situaciones en las cuales cientos de mujeres no pueden huir de la violencia en sus casas por falta de un sostén económico para ellas y sus hijos/as.

Los datos están ahí.

 

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