Tal día como hoy, 5 de octubre de 1789 más de cinco mil mujeres muy cabreadas iniciaron una marcha hacia Versalles para protestar por la situación tan dramática que vivía el pueblo de París. Ellas encabezaron una marcha que cambió el rumbo de la Revolución Francesa, y quién sabe de cuántas cosas más.
Las mujeres de París se organizaron y trasladaron hasta la misma sede del poder, el Palacio real en Versalles. Todos los precios por las nubes. El pan, alimento principal de las clases populares, era ya un alimento de lujo. La gota que colmó el vaso fue un banquete que se ofreció en palacio a los oficiales de un regimiento de Flandes recién llegado a París.
En Versalles poniéndose las botas y en París el pueblo muerto de hambre. Las mujeres decidieron emprender una caminata de seis horas armadas con cuchillos y palos, por el camino también consiguieron cañones. Parece ser que ese día llovía, pero eso no impidió que emprendieran esta acción y por el camino se les fueron uniendo más personas que no tenían nada que perder ya.
Semanas antes, la Asamblea Nacional Constituyente había aprobado los decretos que ponían las bases para acabar con los privilegios feudales así como, el 26 de agosto, votó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Disturbios por todo el país, tras la toma el 14 de Julio de la Bastilla, habían conducido a los nobles de la Asamblea a renunciar a sus privilegios. Los decretos y la Declaración, sin embargo, precisaban de la firma del rey Luis XVI para entrar en efecto. Y este no parecía interesado en ello.
Al parecer se movilizaron las mujeres del histórico mercado central parisino (les Dames de la Halle) y las mujeres del algo más distante Faubourg Saint-Antoine, algunas de las cuales habían participado en la toma de la Bastilla. Alrededor de 7.000 mujeres se plantaron ese día bajo el sonido de las campanas de varios distritos en el Hôtel de Ville, sede de la Comuna de París, exigiendo a los concejales de la ciudad pan y armas. Pero había algo más.
Gracias a los cuadernos de quejas, en cada barrio y pueblo del país se produjeron encuentros y debates vecinales para expresar las demandas más acuciantes de cada cual al gobierno. La sucesión de panfletos y de nuevos periódicos, así como la proliferación de los clubes políticos, habían refinado el lenguaje político. La toma de la Bastilla les había mostrado dónde estaban los centros de poder que importaban para resolver sus problemas más acuciantes.
Al llegar a Versalles, lo hicieron al grito de «¿dónde están el panadero y la panadera?» (Luis XVI y María Antonieta). Las mujeres y quienes se habían sumado no rodearon la Asamblea Nacional, LA OCUPARON. Allí se escucharon sus demandas y poco después los manifestantes acamparon frente al Palacio Real. Esa noche la Guardia Nacional parisina también se unió a las protestas. Gracias a este hecho la marcha de mujeres pudo atravesar, al día siguiente, las puertas de palacio superando la oposición de los guardias reales.
La gente pudo así ver directamente «al panadero», al que mandaron de vuelta: “¡A París!”. El rey estaba recibiendo órdenes del pueblo. Horas después, la tarde del 6 de de octubre, toda la familia real iba camino de París y sin rechistar. Ya no volverían. En la comitiva de vuelta, que sumaba unas 60.000 personas, iban también varios carros llenos de grano junto a un pueblo alegre que, seguro no era todavía consciente del giro que estaba tomando la situación. Fue el principio del fin de la monarquía.
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