Siempre me he gustado ir de cañas, lo reconozco. Para mí ir de cañas es imprescindible en mi vida si quiero estar bien y si puedo hacerlo a diario mejor que mejor.
Me gusta ir de cañas sola aunque haya gente que no lo ve bien o que se siente cohibida con el concepto, pero sobre todo me gusta ir de cañas acompañada. En esos momentos me libero, doy rienda suelta a algunos aspectos de mí misma que normalmente tengo aletargados, soy más atrevida y por qué no decirlo, cuando acabamos estoy mucho más relajada y alegre.
Hay días que compartir unas cañas con alguien especial es lo que más me apetece después del trabajo, otras veces opto por compartirlas con gente a la que me interesa conocer en aspectos más íntimos, y es que a mi modo de ver, tomarse unas cañas con alguien es la manera más efectiva de conocer ese “yo interior” que todos ocultamos del resto del mundo. Cuando ya estás metida en faena es casi imposible ocultar los miedos, las inseguridades y – por qué no – las partes más oscuras de cada uno/a de nosotrxs.
A lo largo de mi vida he recibido innumerables críticas por aquello de irme de cañas con gente con la que no quiero tener una relación seria, se me ha tachado de fácil, de lesbiana, de viciosa e incluso algún que otro hombre me ha dicho que se sentía utilizado después de disfrutar de una agradable noche de cañas y no querer repetirla a pesar de ello.
Bien es cierto que a veces he sido demasiado confiada y la cosa no ha salido bien, e incluso han intentado obligarme a beber más cañas de las que me apetecía, pero eso no me ha hecho odiar las cañas – sí a la persona (siempre hombre), que no ha entendido que yo me tomo las cañas que me da la gana y que el hecho de estar sentada con él o ella en una barra y con aparente disposición no me obliga a emborracharme con él.
También es verdad que una vez que crías fama ya puedes echarte a dormir. Sé perfectamente que algunos tíos han tenido conversaciones entre ellos del tipo: “¿y con quién se tomará hoy las cañas? Si no le das tú le doy yo” como si fuese una especie de loca que no es capaz de dominar sus impulsos, e incluso me ha pasado que hay hombres que por tener pareja me rehuyen, no vaya a ser que cuando me cruce con ellos trate de engatusarles con mis malas artes de mujer bebedora y se vean obligados a echarse una cañas conmigo… pobreticos.
También están los que creen que son psicólogos avanzados y que mi actitud se debe a algún problema psicológico del rollo Electra y/o Edipo (ya os digo que les resulta difícil encasillarme). Y es que no hay nada más peligroso que una mujer que disfrute de beber cuando le apetece, parece ser.
Aún así, lo más molesto de todo son esos hombres que una y otra vez te invitan a cañas por whatsapp, por fb, por señales de humo o incluso vía telepática y todo porque durante una época pasasteis una buena racha cañera. De verdad, parad ya, seguid vuestras vidas. Sencillamente no me apetece tomar más cañas con vosotros. No os odio, no habéis hecho nada malo (algunos), no disfracéis vuestras ofertas para salir como una simple reunión de colegas que inocentemente se ponen al día. Un consejo, al segundo NO tened claro que seguir insistiendo resulta muy molesto para las dos partes. Ah! Y si algún día quedamos para tomar cañas y estando allí veis que, por la razón que sea, de pronto no me apetece pedir otra o que dejo una a medias porque no me encuentro bien, por favor, queda muy mal – además de ser delito- intentar empujar el vaso contra mi boca. Habrá más ocasiones de salir de cañas o no, no lo sé, pero nadie se ha muerto por volverse a casa sin pillarse una cogorza ¿no?
Por si alguien no anda muy espabilado/a con tomar cañas me refiero a follar, y sí, me encanta follar y cuando me apetece follar con alguien soy muy fácil. Si no le encuentro sentido a hacerme la difícil cuando me apetece comerme un bocata de chorizo y lo tengo delante deseando que me lo coma, aplico la misma regla con el sexo.
En realidad es -o debería ser- muy sencillo, ¿no?
Pues hala compañeras del mundo, a tomar cañas siempre con protección y a ser tan fáciles como os dé la gana si os apetece una buena caña pal cuerpo.
Buen articulo compañera, unos vinitos tampoco están nada mal, 😉 No todo va ser trabajo, estudio y activismo. ¡Que viva ir de cañas!
¡Qué vivan las cañas libres!