La velocidad con que se suceden los acontecimientos y la inmediatez con que unas noticias entierran a otras, sobre todo desde que los nuevos canales de comunicación las volvieron fútiles y efímeras, hace que hablar ahora del 8 de marzo parezca atrasado, a pesar de que solo han pasado cuatro días. Cuatro días en que hemos podido ver las mismas imágenes en los medios de comunicación: lugares abarrotados de mujeres, consignas, pasquines, músicas y cánticos. Las mujeres tomamos las calles después de una jornada de visibilización de un paro anunciado.
Aquí, en Málaga, la manifestación de la tarde se llenó de juventud, ritmo y color gracias especialmente a las compañeras del «Coño Insumiso», que volvió a recorrer las calles en medio del clamor de todas las que en su día entendimos el valor de su protesta y de muchas personas más que a lo largo de estos tres años han conocido su historia de acoso que finalmente desembocó en la imputación de una de las mujeres que lo acompañaban.
Coincidió esta jornada también con el fin de la huelga de hambre que durante 26 días habían llevado a cabo las mujeres de Sol reclamando la aprobación por parte de los gobernantes de 25 puntos contra las violencias machistas. Cesaron la huelga, no la lucha.
Toca ahora hacer balance de la jornada
Toca sacudirse esa sensación de trámite cumplido, de cita anual a la que hay que acudir, que queda justo después: finalizada la manifestación, recogido todo el attrezzo, pareciera que mirásemos ya al próximo año o a la nueva cita importante que cubrir (¿28S, 25N?). Y al día siguiente, una vez leídos los titulares y vistos los noticieros habituales, cuando oyes que todos los partidos y autoridades apoyaron la manifestación, te embarga un sentimiento (sin duda atisbado ya desde el día anterior) de que algo se hizo mal. Entonces te viene a la memoria la famosa fábula de Tomás de Iriarte «El oso, la mona y el cerdo» que en sus versos finales dice así:
«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar».
Guarde para su regalo
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!
No del todo bien debimos hacerlo cuando los partidos que recortan el presupuesto para acabar con las violencias machistas y la desigualdad, que dejan morir leyes como la de violencia, que permiten custodias de maltratadores, no se sintieron tan tremenda y justamente atacados como para salir corriendo de la plaza y no querer ser vinculados con el acto principal del 8 de marzo.
No debimos hacerlo tan bien cuando las autoridades que apoyan a bancos (y se apoyan en ellos) que desahucian familias enteras, que sostienen empresas que explotan y condenan a miles de mujeres, que dicen «sí» para salir en la foto, pero niegan después, no nos tienen enfrente, no nos sienten en contra.
Justo al día siguiente, 9 de marzo, hubo una huelga general educativa. ¿Se imaginan a cargos del PP apoyando la manifestación?
Hoy, 12 de marzo, habrá una manifestación en defensa de la sanidad pública ¿acudirá a hacerse la foto la delegada de Salud?
Pasada la euforia por el éxito de la convocatoria, hay que decidir qué hacer en adelante con toda esa fuerza y esa pasión que vimos -y vivimos- en la calle. Hay que recoger todo ese clamor para convertirlo en lucha.
Nuestro nombre es el que es porque desde el principio creímos que solo la lucha puede cambiar las cosas, que nuestro lugar está en las calles clamando por la justicia, la igualdad y los derechos. Y no solo en una fecha señalada, sino constantemente. Y no solo contra el patriarcado y el capitalismo, así, en abstracto, sino contra las instituciones, los políticos y las corporaciones que nos gobiernan. Esas que pactan, asumen, acuerdan para callarnos pero que luego, excusándose en una crisis que a ellos jamás les afecta, arrasan con todo de un plumazo.
No olvidemos que acuerdos como el «Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena», de la Asamblea General de Naciones Unidas, que data del 2 de diciembre de 1949, tiene casi 70 años, y que, sin embargo, la prostitución y la trata de mujeres es hoy uno de los negocios más lucrativos de este país.
Y esto es así después de toda nuestra etapa democrática con todos sus gobiernos de uno y otro partido, los cuales, aliados con la iglesia católica y el capital, han dejado de lado nuestras reivindicaciones, especialmente las que afectan a las mujeres más débiles (obreras, jornaleras, amas de casa y pensionistas sin recursos suficientes para llevar una vida digna) y se han dedicado a lo que de verdad les interesa: cumplir fielmente el mandato para el que fueron elegidos que, desde luego, no es velar por nuestros derechos, los de las mujeres y los de todos los oprimidos, sino por los suyos: corporaciones, bancos y demás agentes del neoliberalismo más extremo.
Toca ahora ver qué vamos a hacer mañana mismo. Toca decidir de qué lado vamos a estar.
Yo lo tengo claro ¿y tú?
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